Era un viernes normal y Alf volvía de la escuela. Alfredo era
su nombre completo, y, por supuesto, no le gustaba. Vamos a llamarlo por su
nick, tWenty.
Como todo viernes, tocaba entrar online como tWenty y (¡por
fin!) poder jugar al Forti con tranquilidad. Sus padres estarían fuera toda la
tarde. Era el mejor momento de la semana.
tWenty tiró su mochila con el bocadillo a medio comer aún
dentro e hizo lo mismo con su abrigo. Saltó encima de la silla reclinable gamer
de su padre listo para disfrutar del gran PC top specs un viernes
más.
Pero aquella tarde, en aquella mesa, había algo más. Era una
caja con un videojuego… nuevo. tWenty, con los ojos como platos, acarició su
plástico con deseo y un poco de miedo, como si fuera a ensuciar un diamante con
los dedos sucios. Era nada menos que CRITICAL STRIFE, el oscuro juego de
acción que no paraba de salir en todos los anuncios, incluso en las tabletas de
la escuela.
En la portada, el héroe, medio monstruo, con garfios en las
manos, desgarraba el aire con una especie de magia morada, todo esto rodeado de
disparos de bala, por todo. Qué pasada. Abajo a la derecha, en rojo,
amenazante, un cuadrado peligroso pero tentador: +18.
tWenty tenía clarísimo que el juego no era para él. ¿Pero
quién le impediría poner el disco en la consola y probarlo un poquito? Sí, un
poquito… Sólo para poder contarle a sus amigos lo brutal que es la experiencia CRITICAL
STRIFE, offline, solitario y letal.
Así que tWenty abrió la caja, disfrutó del dibujo del disco
un momento, y lo puso. CRITICAL STRIFE, animado en verde, llenó la
pantallota profesional. Pulsó el start y creó un perfil nuevo. Tendría
que borrarlo luego, por supuesto. Estaba prohibidísimo jugar a masdieciochos.
Y jugó.
La escena inicial era toda una pasada. Tenía toda la acción
en sus manos. El arma del personaje brillaba al conectar un ataque, y la
movilidad… qué movilidad. Pim, pam.
El juego no era extremadamente gore. Se preguntó qué lo
haría +18. ¿Habría palabrotas? Lo vería pronto. Así llegó a una parte menos de
luchar, más puzle.
Lo que vino luego no le gustó tanto. Era una escena muy
larga, en la que el protagonista tenía que hablar. Un poco complicado todo.
tWenty estaba seguro de estar equivocándose en cada decisión que le saltaba en
la pantalla. La cosa es que… los personajes empezaron a hacer cosas raras.
tWenty empezó a machacar botones, pero no había forma de pasarlo. La escena era
super lenta, y los personajes se miraban de forma extraña.
Lo que vino después en pantalla fue difícil de procesar. Era
una mezcla de música rara, una cámara incómoda… Y ser incapaz de hacer nada.
tWenty se sintió frustrado. No podía hacer nada, nada más que ver lo que
ocurría. Era oscuro, sucio, extraño. No paraba de venirle a la cabeza que algo
estaba MAL. Como si estuviera abriendo una hucha prohibida, y que dentro de
ella, en vez de dinero, hubiera una masa asquerosa y podrida. Sí, asco. Era
asco lo que sentía.
Tras mucho rato bloqueado y poniendo caras raras, tWenty
empujó la silla gamer. Estaba todo siendo demasiado raro. Pulsó el botón home,
sacando el menú de la consola, y pensó. La semana pasada, Mamá hablaba de que
el juego Bash, la tradición de jugar todos los sábados en familia, se
estaba volviendo aburrido. Así que Mamá propuso descargar contenido adicional
para el juego, un DLC, con el que añadieron nuevos personajes. En resumen, que Bash
volvió a ser divertido para todos.
¿Y si conseguía un DLC para CRITICAL STRIFE? Entonces
sería más divertido, ¿verdad? tWenty abrió el menú de la tienda. En efecto,
había un “megapack de fundador” muy chulo a la venta. Leyó:
Nuevos niveles, 34 canciones nuevas, 13 armas nuevas,
incluyendo una motosierra…
El vídeo de la motosierra era una pasada. Bum. Le dio a
comprar. Los datos de la tarjeta de Papá estaban puestos, así que no hubo
problema.
tWenty volvió al juego. La misma escena. La misma estúpida
escena. Abrió menús, pulsó botones. Nada sirvió. Quería saltar directamente al
contenido especial del pack, pero no pudo. Alf se mordió el labio y apagó la
consola. Sacó el disco y lo dejó cuidadosamente dentro su caja. Acto seguido
encendió el PC, se olvidó de CRITICAL STRIFE y siguió como cualquier
viernes normal.
La mañana siguiente, tWenty tuvo taller en la biblioteca.
Nada le impidió gozar de la popularidad mientras le contaba a sus amigos la
gran escena de acción inicial del CRITICAL STRIFE. Sus amigos y amigas
le tenían envidia; se lo decían sus caras. Por supuesto, nunca dijo nada de la otra
escena.
Al volver a casa, tWenty tiró la mochila (con el bocadillo a
medio comer otra vez). Sus padres estaban en el salón, hablando. Les ignoró
hasta que oyó a su madre decir la palabra STRIFE.
—Pues sí —continuaba Mamá—. La conversación, muy
interesante, pero tiene todo un toque de terror que me ha puesto bastante
nerviosa. Vaya forma de mezclar posibilidades.
—Hablando de posibilidades —dijo Papá—, lo del DLC, vaya
estafa.
—Pues sí. Cuando pille a Alf, se va a enterar de la que es
buena. La que ha liado, el señorito.
tWenty se escurrió por la puerta directo a su habitación.
Pero no fue sigiloso. La reprimenda que le cayó fue épica. Ambos estaban
enfadadísimos.
—¿Pero tú sabes lo que has hecho? —gritaba Mamá—. El DINERAL
que te has gastado en la tienda, ¿Alf? Seguro que ni siquiera has mirado el
precio del pack. ¿Te digo cuánto dinero le has quitado a tu padre? Trescientos.
Trescientos euros. Tú que sabes, haz las mates: ¿Cuántos meses de tu paga son
trescientos euros?
tWenty estaba totalmente entre la espada y la pared.
—TREINTA MESES, HIJO, TREINTA MESES —aclaró Mamá.
—Muy mal, Alf —atacaba Papá por el otro lado—. Lo hemos
tenido todo muy libre para ti siempre. Hemos confiado demasiado. A partir de
ahora, pondremos restricciones con toda tu electrónica.
tWenty se dejó caer de rodillas, como el dramas de Esechwe,
en Bash. Le iban a hacer lo que les hicieron a todos sus amigos: Control
parental. Pensó que ese momento nunca llegaría, que sus padres eran diferentes.
—Mira, yo tenía muchas ganas de jugar al CRITICAL STRIFE
—confesó Papá—. Pero para darte ejemplo, yo tampoco voy a jugar.
—Ah, pues yo sí que pienso jugar. No voy a no hacerlo por su
culpa. Vete a tu cuarto —sentenció Mamá.
tWenty se encerró en su cuarto, estiró de la cortina a lo
burro y se tiró a la cama, como un clavo. Hacía muchísimo desde que sus padres
se habían enfadado tanto.
El pobre pasó el día en la cama, con la cabeza en bucle. A
paso de las horas se tranquilizó e intentó portarse bien.
Al día siguiente, todo estaba un poco más tranquilo, pero el
recuerdo de los trescientos euros gastados seguía en la habitación, como un
aroma malvado. Al salir del baño, se encontró a sus padres en el salón, de
nuevo hablando de CRITICAL STRIFE, comentando la horrible escena.
Lo atrevida y oscura que era. Cuando se dieron cuenta que tWenty estaba con
ellos, se callaron. El silencio era demasiado incómodo, así que se largó a su
cuarto de nuevo.
Ahí recordó la escena. Estaba ahí vivísima en su mente, y
por culpa de lo que hablaban sus padres le volvió a la cabeza. Al pobre volvió
a entrarle asco y esa sensación de que estaba haciendo algo prohibido. Algo
MAL. Una parte de él había dejado de ser un niño. Buscó las palabras. Un
trauma. Sí. Se sentía to’ trauma.
Durante la cena, la cosa estaba más tranquila. Sus padres
conversaban de diversos temas no muy interesantes otra vez, mirándolo de reojo
de vez en cuando.
—¿Alf, no comes? —preguntó Mamá.
tWenty, o Alf, estaba aún asqueado. Totalmente en bucle.
—¿Sabes, hijo? —dijo Papá, en tono dulce—. Hoy quería jugar
a Bash. Pero sin ti no es tan divertido. No sabes lo que me gusta quemar
el estrés haciendo Bash, con Mamá y contigo, cada sábado, después de la
semana de trabajo. Sobre todo, contigo.
—Me voy a mi cuarto —dijo tWenty.
Fue una noche horrible. No sabía cómo, pero se sentía
desplazado de su familia, como existiendo en otro mundo. Su cabeza estaba una
vez más en bucle. Sin embargo, ya no pensaba en la escena fea, sino en lo MALO
de su atrevimiento. No de lo que había visto, sino el impacto en su vida.
Durmió lo que permitió la oscuridad de su mente.
Y así se hizo domingo. Cansado de su habitación, tWenty se
dejó pasar por el salón. Mamá estaba medio dormida con sus manualidades, y Papá
estaba aburrido dándole vueltas a un pasatiempo del periódico. UN PASATIEMPO
DEL PERIÓDICO. Vamos, lo que papá no hacía nunca, nunca, nunca. Era como lo
máximo de lo aburrido. Eso provocó una risita en el chico.
Papá estiró la mano y le revoloteó el pelo.
—Sabes, Papá… me gustaría hablar de CRITICAL STRIFE…
Pero no de lo que compré… sino lo que hice en el juego.
tWenty había estado practicando esa frase en su cabeza un
rato. Por fin abrió su corazón a sus padres. Fue difícil encontrar las
palabras, pero consiguió contarles por qué estaba tan raro durante la cena
anterior. Les contó incluso que llevaba dos días con la cabeza en bucle.
En verdad, la escena del juego no era tan terrible. Papá le
explicó que tenía cosas adultas, una trama oscura muy seria, y un toque de
terror. Sin embargo, no era ideal para un niño de su edad. Papá entendió, que
era todo demasiado feo y demasiado raro para que tWenty lo procesara. Lo peor
es que, según Mamá, las cosas raras no hacían sino empeorar al avanzar en el
juego.
—Ya jugarás cuando seas un poco más mayor. Si quieres
incluso te explicaré qué significa cada cosa —dijo Papá—. No te preocupes.
¿Vale, sosín?
—Papá, Mamá.
—¿Sí?
—¿Jugamos a Bash?
Ya volvió el silencio incómodo.
—¡Por fin! —dijo Papá, tirando el periódico con intensidad,
como si fuera la mochila de tWenty al llegar a casa.
Por desgracia, los videojuegos +18 no son mentalmente
agotadores como CRITICAL STRIFE. La mayoría de ellos tienen acción y aventura a
raudales, haciéndolos muy atractivos para los niños. Nunca debería aislarse a
un niño con sus aficiones, incluyendo especialmente el contenido audiovisual y
de pago electrónico.
Como padres y tutores tenemos la responsabilidad de
acompañarlos y apoyarlos en cada aventura, siempre informados del contenido
adecuado para cada uno. Los videojuegos y la tecnología son herramientas
entretenidas y útiles para toda la familia, no una excusa para dejar a los
pequeños solos.
El protagonista de esta historia es un chico de diez
años. Pero podría haber sido una chica de seis, o un chico de doce. Los
videojuegos son una afición variada e interesante para todos, TODOS, los
públicos, como la literatura y el cine. Disfrutemos de ellos un entorno
agradable, no lo hagamos uno extraño, prohibitivo y lleno de prejuicios.
*Aquí termina la ficción*
Este relato es una participación al reto de escritura creativa OrigiReto 2020, que consiste en la publicación de relatos mensuales durante el año 2020. Esta entrada cuenta como el relato de febrero.
Bases:
En el blog de @Stiby2
En el blog de Katty Cool @Musajue
Objetivos completados en este relato (6op obtenidos):
( 3op) Objetivo principal. Escribir un relato de entre 500 y 2020 palabras incluyendo un objetivo principal (Obligatorio): 1. Escribe un cuento con enseñanza.
(+1op) Milpalabrista. Si tu relato llega a 1000 palabras: 1854
(+1op) Incluir un objeto oculto: Un clavo.
(+1op) Incluir otro objeto oculto: Una canción.
(10op máximos en total por relato.)