miércoles, 26 de febrero de 2020

Alf y la tentación del juego +18

Era un viernes normal y Alf volvía de la escuela. Alfredo era su nombre completo, y, por supuesto, no le gustaba. Vamos a llamarlo por su nick, tWenty.

Como todo viernes, tocaba entrar online como tWenty y (¡por fin!) poder jugar al Forti con tranquilidad. Sus padres estarían fuera toda la tarde. Era el mejor momento de la semana.

tWenty tiró su mochila con el bocadillo a medio comer aún dentro e hizo lo mismo con su abrigo. Saltó encima de la silla reclinable gamer de su padre listo para disfrutar del gran PC top specs un viernes más.

Pero aquella tarde, en aquella mesa, había algo más. Era una caja con un videojuego… nuevo. tWenty, con los ojos como platos, acarició su plástico con deseo y un poco de miedo, como si fuera a ensuciar un diamante con los dedos sucios. Era nada menos que CRITICAL STRIFE, el oscuro juego de acción que no paraba de salir en todos los anuncios, incluso en las tabletas de la escuela.

En la portada, el héroe, medio monstruo, con garfios en las manos, desgarraba el aire con una especie de magia morada, todo esto rodeado de disparos de bala, por todo. Qué pasada. Abajo a la derecha, en rojo, amenazante, un cuadrado peligroso pero tentador: +18.

tWenty tenía clarísimo que el juego no era para él. ¿Pero quién le impediría poner el disco en la consola y probarlo un poquito? Sí, un poquito… Sólo para poder contarle a sus amigos lo brutal que es la experiencia CRITICAL STRIFE, offline, solitario y letal.

Así que tWenty abrió la caja, disfrutó del dibujo del disco un momento, y lo puso. CRITICAL STRIFE, animado en verde, llenó la pantallota profesional. Pulsó el start y creó un perfil nuevo. Tendría que borrarlo luego, por supuesto. Estaba prohibidísimo jugar a masdieciochos. Y jugó.

La escena inicial era toda una pasada. Tenía toda la acción en sus manos. El arma del personaje brillaba al conectar un ataque, y la movilidad… qué movilidad. Pim, pam.

El juego no era extremadamente gore. Se preguntó qué lo haría +18. ¿Habría palabrotas? Lo vería pronto. Así llegó a una parte menos de luchar, más puzle.

Lo que vino luego no le gustó tanto. Era una escena muy larga, en la que el protagonista tenía que hablar. Un poco complicado todo. tWenty estaba seguro de estar equivocándose en cada decisión que le saltaba en la pantalla. La cosa es que… los personajes empezaron a hacer cosas raras. tWenty empezó a machacar botones, pero no había forma de pasarlo. La escena era super lenta, y los personajes se miraban de forma extraña.

Lo que vino después en pantalla fue difícil de procesar. Era una mezcla de música rara, una cámara incómoda… Y ser incapaz de hacer nada. tWenty se sintió frustrado. No podía hacer nada, nada más que ver lo que ocurría. Era oscuro, sucio, extraño. No paraba de venirle a la cabeza que algo estaba MAL. Como si estuviera abriendo una hucha prohibida, y que dentro de ella, en vez de dinero, hubiera una masa asquerosa y podrida. Sí, asco. Era asco lo que sentía.

Tras mucho rato bloqueado y poniendo caras raras, tWenty empujó la silla gamer. Estaba todo siendo demasiado raro. Pulsó el botón home, sacando el menú de la consola, y pensó. La semana pasada, Mamá hablaba de que el juego Bash, la tradición de jugar todos los sábados en familia, se estaba volviendo aburrido. Así que Mamá propuso descargar contenido adicional para el juego, un DLC, con el que añadieron nuevos personajes. En resumen, que Bash volvió a ser divertido para todos.

¿Y si conseguía un DLC para CRITICAL STRIFE? Entonces sería más divertido, ¿verdad? tWenty abrió el menú de la tienda. En efecto, había un “megapack de fundador” muy chulo a la venta. Leyó:
Nuevos niveles, 34 canciones nuevas, 13 armas nuevas, incluyendo una motosierra…
El vídeo de la motosierra era una pasada. Bum. Le dio a comprar. Los datos de la tarjeta de Papá estaban puestos, así que no hubo problema.

tWenty volvió al juego. La misma escena. La misma estúpida escena. Abrió menús, pulsó botones. Nada sirvió. Quería saltar directamente al contenido especial del pack, pero no pudo. Alf se mordió el labio y apagó la consola. Sacó el disco y lo dejó cuidadosamente dentro su caja. Acto seguido encendió el PC, se olvidó de CRITICAL STRIFE y siguió como cualquier viernes normal.

La mañana siguiente, tWenty tuvo taller en la biblioteca. Nada le impidió gozar de la popularidad mientras le contaba a sus amigos la gran escena de acción inicial del CRITICAL STRIFE. Sus amigos y amigas le tenían envidia; se lo decían sus caras. Por supuesto, nunca dijo nada de la otra escena.

Al volver a casa, tWenty tiró la mochila (con el bocadillo a medio comer otra vez). Sus padres estaban en el salón, hablando. Les ignoró hasta que oyó a su madre decir la palabra STRIFE.

—Pues sí —continuaba Mamá—. La conversación, muy interesante, pero tiene todo un toque de terror que me ha puesto bastante nerviosa. Vaya forma de mezclar posibilidades.
—Hablando de posibilidades —dijo Papá—, lo del DLC, vaya estafa.
—Pues sí. Cuando pille a Alf, se va a enterar de la que es buena. La que ha liado, el señorito.
tWenty se escurrió por la puerta directo a su habitación. Pero no fue sigiloso. La reprimenda que le cayó fue épica. Ambos estaban enfadadísimos.
—¿Pero tú sabes lo que has hecho? —gritaba Mamá—. El DINERAL que te has gastado en la tienda, ¿Alf? Seguro que ni siquiera has mirado el precio del pack. ¿Te digo cuánto dinero le has quitado a tu padre? Trescientos. Trescientos euros. Tú que sabes, haz las mates: ¿Cuántos meses de tu paga son trescientos euros?

tWenty estaba totalmente entre la espada y la pared.

—TREINTA MESES, HIJO, TREINTA MESES —aclaró Mamá.
—Muy mal, Alf —atacaba Papá por el otro lado—. Lo hemos tenido todo muy libre para ti siempre. Hemos confiado demasiado. A partir de ahora, pondremos restricciones con toda tu electrónica.
tWenty se dejó caer de rodillas, como el dramas de Esechwe, en Bash. Le iban a hacer lo que les hicieron a todos sus amigos: Control parental. Pensó que ese momento nunca llegaría, que sus padres eran diferentes.
—Mira, yo tenía muchas ganas de jugar al CRITICAL STRIFE —confesó Papá—. Pero para darte ejemplo, yo tampoco voy a jugar.
—Ah, pues yo sí que pienso jugar. No voy a no hacerlo por su culpa. Vete a tu cuarto —sentenció Mamá.

tWenty se encerró en su cuarto, estiró de la cortina a lo burro y se tiró a la cama, como un clavo. Hacía muchísimo desde que sus padres se habían enfadado tanto.
El pobre pasó el día en la cama, con la cabeza en bucle. A paso de las horas se tranquilizó e intentó portarse bien.

Al día siguiente, todo estaba un poco más tranquilo, pero el recuerdo de los trescientos euros gastados seguía en la habitación, como un aroma malvado. Al salir del baño, se encontró a sus padres en el salón, de nuevo hablando de CRITICAL STRIFE, comentando la horrible escena. Lo atrevida y oscura que era. Cuando se dieron cuenta que tWenty estaba con ellos, se callaron. El silencio era demasiado incómodo, así que se largó a su cuarto de nuevo.

Ahí recordó la escena. Estaba ahí vivísima en su mente, y por culpa de lo que hablaban sus padres le volvió a la cabeza. Al pobre volvió a entrarle asco y esa sensación de que estaba haciendo algo prohibido. Algo MAL. Una parte de él había dejado de ser un niño. Buscó las palabras. Un trauma. Sí. Se sentía to’ trauma.

Durante la cena, la cosa estaba más tranquila. Sus padres conversaban de diversos temas no muy interesantes otra vez, mirándolo de reojo de vez en cuando.

—¿Alf, no comes? —preguntó Mamá.
tWenty, o Alf, estaba aún asqueado. Totalmente en bucle.
—¿Sabes, hijo? —dijo Papá, en tono dulce—. Hoy quería jugar a Bash. Pero sin ti no es tan divertido. No sabes lo que me gusta quemar el estrés haciendo Bash, con Mamá y contigo, cada sábado, después de la semana de trabajo. Sobre todo, contigo.

—Me voy a mi cuarto —dijo tWenty.

Fue una noche horrible. No sabía cómo, pero se sentía desplazado de su familia, como existiendo en otro mundo. Su cabeza estaba una vez más en bucle. Sin embargo, ya no pensaba en la escena fea, sino en lo MALO de su atrevimiento. No de lo que había visto, sino el impacto en su vida. Durmió lo que permitió la oscuridad de su mente.

Y así se hizo domingo. Cansado de su habitación, tWenty se dejó pasar por el salón. Mamá estaba medio dormida con sus manualidades, y Papá estaba aburrido dándole vueltas a un pasatiempo del periódico. UN PASATIEMPO DEL PERIÓDICO. Vamos, lo que papá no hacía nunca, nunca, nunca. Era como lo máximo de lo aburrido. Eso provocó una risita en el chico.
Papá estiró la mano y le revoloteó el pelo.

—Sabes, Papá… me gustaría hablar de CRITICAL STRIFE… Pero no de lo que compré… sino lo que hice en el juego.

tWenty había estado practicando esa frase en su cabeza un rato. Por fin abrió su corazón a sus padres. Fue difícil encontrar las palabras, pero consiguió contarles por qué estaba tan raro durante la cena anterior. Les contó incluso que llevaba dos días con la cabeza en bucle.

En verdad, la escena del juego no era tan terrible. Papá le explicó que tenía cosas adultas, una trama oscura muy seria, y un toque de terror. Sin embargo, no era ideal para un niño de su edad. Papá entendió, que era todo demasiado feo y demasiado raro para que tWenty lo procesara. Lo peor es que, según Mamá, las cosas raras no hacían sino empeorar al avanzar en el juego.

—Ya jugarás cuando seas un poco más mayor. Si quieres incluso te explicaré qué significa cada cosa —dijo Papá—. No te preocupes. ¿Vale, sosín?
—Papá, Mamá.
—¿Sí?
—¿Jugamos a Bash?
Ya volvió el silencio incómodo.
—¡Por fin! —dijo Papá, tirando el periódico con intensidad, como si fuera la mochila de tWenty al llegar a casa.

Por desgracia, los videojuegos +18 no son mentalmente agotadores como CRITICAL STRIFE. La mayoría de ellos tienen acción y aventura a raudales, haciéndolos muy atractivos para los niños. Nunca debería aislarse a un niño con sus aficiones, incluyendo especialmente el contenido audiovisual y de pago electrónico.

Como padres y tutores tenemos la responsabilidad de acompañarlos y apoyarlos en cada aventura, siempre informados del contenido adecuado para cada uno. Los videojuegos y la tecnología son herramientas entretenidas y útiles para toda la familia, no una excusa para dejar a los pequeños solos.

El protagonista de esta historia es un chico de diez años. Pero podría haber sido una chica de seis, o un chico de doce. Los videojuegos son una afición variada e interesante para todos, TODOS, los públicos, como la literatura y el cine. Disfrutemos de ellos un entorno agradable, no lo hagamos uno extraño, prohibitivo y lleno de prejuicios.


*Aquí termina la ficción*


Este relato es una participación al reto de escritura creativa OrigiReto 2020, que consiste en la publicación de relatos mensuales durante el año 2020. Esta entrada cuenta como el relato de febrero.

Bases:
En el blog de @Stiby2
En el blog de Katty Cool @Musajue

Objetivos completados en este relato (6op obtenidos):
( 3op) Objetivo principal. Escribir un relato de entre 500 y 2020 palabras incluyendo un objetivo principal (Obligatorio): 1. Escribe un cuento con enseñanza.
(+1op) Milpalabrista. Si tu relato llega a 1000 palabras: 1854
(+1op) Incluir un objeto oculto: Un clavo.
(+1op) Incluir otro objeto oculto: Una canción.
(10op máximos en total por relato.)