domingo, 31 de mayo de 2020

Llovió acero anoche

El reloj de Emma, sin ajustar durante años, marcaba las 3:02 de la madrugada. Dejó la bicicleta medio estrellada en la hierba, toda mojada, pero no importaba: toda ella estaba mojada. Se sacudió el gorro de punto y se arregló el pelo ante el espejo del móvil. No había mucho que arreglar, así que se apresuró a atravesar la espesura. Era una suerte haber escogido su falda más raída, combinada con los pantalones más viejos que tenía: andar por ahí a ciegas durante la primavera era navegar un mar tormentoso de cardos e insectos.

Así se alejó de la carretera, la luz de una pantalla a lo lejos le guio hasta Amina. Encontró a su amiga sentada de piernas cruzaditas en una esterilla, bien ocupada con sus aparatos. El más destacable era un tubo metálico que apuntaba al cielo, armado en un caballete. La parte inferior tenía un curioso brazo, cuya función era sostener una pantalla.


—Eh, Amina, ¿eso qué es? Es muy chulo.

—Dichosos sean los ojos —desvió Amina, con su voz dulzona—. ¿Cómo estás, cari?


Emma se mordió el labio y dejó que sus cuerdas bucales hicieran el resto: Un gemido con poca nota.


—Pues es un telescopio —se puso a explicar Amina—.  Te pareceré muy inteligente con esto, pero bruh, no tengo ni idea de cómo tira el cacharro. Luego te cuento, pero… ¿ha ido bien camino a aquí? No me has contestado al último mensaje.

—Es que he venido en bici. Sí, bien —se apresuró a decir Emma, aunque recordó un detalle importante.—Bueno… unos cuántos guiris en Willows Road, detrás de la gasolinera.

—Ajá. ¿Tas bien?


Ese "ajá" quería ser de confianza, pero demasiado se notaba la preocupación.


—Sí, sí… —contestó Emma—. Ya te imaginas. Al verme se han parado en seco y se han puesto a observarme en silencio. Pese a sus pintas horribles, no les he bajado la mirada mientras les rodeaba.

—Asco de guiris. Me alegro que estés bien.

—Bueno… no hace falta que… insistas tanto en que estoy bien —repuso Emma, bien incómoda—. De hecho, tú me preocupas más. Estás aquí escondida, y no llevas libro siquiera.

—Eso no es verdad —dijo Amina, echando mano a su enorme tableta verde. Incluso en la oscuridad, Emma se dio cuenta de que nuevamente, era otro dispositivo de marca puntera. Amina deslizó el dedo por la pantalla, mostrando todo tipo de símbolos y anotaciones—. ¡Tengo el grimorio en PDF!


Ambas soltaron una risita.


—Pero Emma, ¿dónde está mi cortesía? —dijo Amina, gesticulando abiertamente—. ¿Un tecito? ¿Pastitas? Siéntate, que no muerdo, diantre. Más soft que eres.

—Ay… voy —se quejó, aterrizando a medida distancia entre las dos—. Me ofreces pastitas, pero no veo nada. Pero no te preocupes, vengo a salvarte. Traigo un saco de hamburguesas de una libra.


Aminie se abalanzó para estrujar a Emma. Emma soltó diversos grititos de agonía adorables.


—¡Mi salvadora! —exclamó Amina—. Sólo tú eres capaz de encontrar tiendas abiertas pese a los guiris. Te quiero un universo.

—Ya, ya —dijo Emma mientras le pasaba un bulto de comida calentito, envuelto en papel comercial no reciclable—. Hablando del universo… ¿Por qué alguien como tú está aquí con un telescopio? ¿Estamos aquí para mirar el cielo como dos enamoradas? Si esto es una cita, me parece un poco cutre…


Amina sonrió, atrapando el paquetito con las manos manchadas de tinta seca. Era todo un alivio contar con compañía en una noche que se apetecía tan ominosa…


—No, es trabajo —dijo Amina, manteniendo el buen rollo—. No te preocupes, sé cómo tratarte bien; si quisiera encandilarte, te invitaría al teatro, bien si estuviera abierto, claro. Ay, estos guiris... Pues, ¿no te has enterado de las noticias? Resulta que ayer cayó una lanzadera espacial a pocas millas del pueblo. Con tantos guiris en esta zona, sospecho que tienen algo que ver. Ya sabes que los guiris tienen costumbres extrañas, como lanzarse al vuelo. Estuve preocupada porque a veces vuelan bastante alto. Sabiendo lo valentones que se ponen por la noche, quise venir y ver si encontraba alguno.

—Me suena esa noticia… pero los guiris no vuelan tan alto, ¿no? ¿Crees que sus vuelos pueden interrumpir el tráfico aéreo? Espera. Has dicho una lanzadera espacial. No puede ser que los guiris ataquen un cohete, Amina. Es absurdo.

—Nada es verdad hasta que se demuestra lo contrario. Por eso he traído el telescopio.

—Ya… supongo que si hay guiris en el cielo, es nuestro trabajo pararles las alas —dijo Emma, con otra risita—. ¿Entonces, había gente dentro de la lanzadera? ¿Se ha muerto alguien? Suena terrible.

—No, era un dron de suministros. Ya sabes, para los que viven en el cielo. Cuando algo les pasa a ellos, siempre es noticia.

—Oh… claro. Champán para los ricos. Me imagino que con esto de los guiris, todos estos millonarios que se compraron suites en la estación espacial deben haberse ido para allá a salvar el pellejo.

—Exacto —confirmó Amina—. Si te acuerdas de la pandemia de 2020, estos imbéciles, de confinarse, saben bien. De carambola les ha venido esto de tener casitas en órbita. ¿Pero sabes? Me siento privilegiada. Tenemos el privilegio de quedarnos en el planeta azul, mientras ellos viven encerrados en una pieza de chatarra glorificada, bien lejos.

—Privilegiada lo serás tú —observó Emma, toda pícara, señalando los enseres de su amiga, incluyendo su hiyab de 250 libras—. Mira este telescopio que te has sacado de la manga, con pantalla inteligente. Mira tu tableta. Yo aún estoy pagando plazos de mi estufita telefónica.

—¡Emma! —exclamó la interpelada atacada—. ¡Me gustabas más cuando eras tímida y calladita! ¡A que te muerdo!


Emmy se tapó la cara, pero se deshizo en carcajadas.


—Aminie, eres un meme —dijo, toda sonrojada—. Sabes que tengo razón. Venga, coge otra hamburguesa, que debes tener hambre.


Amina suspiró con gusto y aceptó. Se reclinó, alzando la mirada hacia el cielo nocturno contaminado.


—Aún falta para que pueda permitirme un chalet celestial —bromeó—. Ay… me alegro mucho de que estés aquí, ¿sabes? Gracias por venir.


Emma emuló a su amiga. No había nada muy interesante en el espacio, no.


—Oye, tú que eres tan lista —dijo Emmy, con la boca llena.

—¿Qué es ahora?

—¿Crees que los millonarios del cielo nos estarán mirando, así como nosotras estamos mirando hacia ellos?

—Estoy segura que las ventanas de sus suites miran todas hacia nosotras, no tengo dudas. ¿Quién querría un piso con vistas a Plutón?

—No sé. ¿Yo?

—Nah —negó Amina—. Prefiero mi hierba mojada y mi hamburguesa de una libra.


Algo no identificado pasó por la mirada de Emma.


—¡Oye! ¿has visto eso? —preguntó, con los ojos bien abiertos.


Amina saltó de la esterilla cual gata ante un pepino.


—¿Qué es, qué? —gimió.


Emma alzó la mano.


—Tres puntos enormes allí arriba. Se mueven.

 

No eran tres, sino cinco objetos de luz brillantes que cruzaban el cielo. La forma en que lo hacían, en línea y a gran velocidad, como un tren, provocaba ansiedad. Era una visión más allá de lo extraño, hipnotizante, tan difícil de interpretar.


—No consigo enfocarlos —alertó Amina, aferrada la lente del telescopio.

—Qué cosas más raras… No pueden ser guiris, ¿verdad? —dijo Emmy.

—¿Más lanzaderas? ¿Pero por qué brillan tanto?

 

Amina hizo esfuerzos para colocar su aparato bien. El telescopio era de su padre y ella nunca había tenido interés, así que cuando decía que no tenía ni idea, era verdad. Sin embargo, quizá más gracias a la suerte que a la habilidad, logró fijarse en el primer artefacto. Era sin duda una especie de nave, con placas solares. El brillo que emitía no era el haz de la propulsión del aparato, sino una aglomeración de pequeñas explosiones que repicaban contra el casco.

 

—Es una lanzadera —comunicó Amina adrenalina—. Creo que está chocando con micrometeoritos y por eso brilla tanto.

—¿Pero por qué van todos juntos? Se ve tan… tan alienígena…

—Lo estoy grabando. Es muy raro, muy muy raro. ¡Espera! ¿Qué?

 

Las manos de Amina temblaban, pero consiguió tener la nave a la vista. Los brillos se intensificaban, y la nave seguía su curso hasta que, de golpe, desapareció.

 

—¡Amina! —gritó Emma tapándose la boca—. ¡Ha explotado!

—¿Pero qué?

 

 Amina guio el aparato hacia atrás, enfocándolo hasta el último punto donde había seguido la nave. Una luz fogosa la cegó brevemente.

 

—No veo… no veo… ¡Oh, dios mío… es verdad! ¡Ha explotado en pedazos! ¡Es casi polvo! Hay una cosa muy grande. Creo que se han chocado. Oh, han vuelto a chocar. Oh Dios, ¡es pura pirotecnia ahí arriba!

—Ahí viene el otro…

 

Emma señaló al segundo artefacto, que al llegar al punto del primer impacto, hizo exactamente lo mismo. Otro gran fogueo cegó a Amina, que tuvo que ajustar el visor para no quedarse cegata. Como pingüinos en fila, las lanzaderas se precipitaron a su muerte, una a una. Tras los choques, se profirieron una serie de explosiones que, en breve, crearon una nube clara y enorme en el cielo nocturno. Bolas de fuego rasgaron las nubes y se precipitaron contra el planeta, así como las explosiones no se detenían, sino continuaban extendiéndose. Emma estaba encima de la esterilla, apretada en un ovillo. Amina soltó el aparato con horror. Con tal brusquedad, se le cayeron las gafas.

 

—Oh Dios, oh Dios… —se exclamaba.

 

La órbita terrestre continuó retumbando en tormenta. Pasaron unos minutos hasta que las chicas recuperaron la compostura.

 

—¿Emma…? ¿quieres que te diga algo… preocupante?

—¿P-por…? —titubeó Emma—. ¿Por qué lo dices así?

—¡No tengo internet!

 

Emma se levantó la falda para encontrar el bolsillo de sus pantalones. Desbloqueó el móvil y vio siete mensajes: uno de Amina, tres de su madre, tres de su ex. Descartó las notificaciones y comprobó lo mismo que su amiga: nada de internet. Entonces las dos se estremecieron ante un trueno de lo más agudo: más artefactos cayendo del cielo. Emma sacudió la cabeza, confusa y aterrorizada, hasta que se dio cuenta del aliento de Amina, muy cerca.

 

—Emma. Vámonos. Tengo mucho miedo.

 

Emma llevó a su amiga hasta la bici y la llevó hasta el pueblo. Ambas procuraron no mirar hacia arriba. Se despidieron con un frote de manos nervioso. La aventura llegó a su fin. Emma se apresuró a casa, trotó por las escaleras con la bicicleta a cuestas, abrió y se encerró en la habitación sin tomar ningún reparo en nada. La noche siguió su caos imparable.

Se despertó a las 7:41 adolorida encima de la silla de su escritorio. Fue una vibración familiar que la despertó. Amina. Tenía cinco SMS encadenados en un texto bastante largo:

E m m a .  N o  m e  p e g u e s ,  p e r o  n o  m e  f u i  a  d o r m i r .  M e  f u i  a  l a  p o l i c í a  c o n  e l  v í d e o  d e l  t e l e s c o p i o .  E n  b r e v e  m e  p u s i e r o n  a  h a b l a r  c o n  g e n t e  r a r a ,  u n  c i e n t í f i c o ,  y  t i p o s  d e  l a  T V   ¡ p o r  r a d i o ,  n a d a  m e n o s !  D i c e n  q u e  l o  q u e  h a  p a s a d o  e s  e l  s í n d r o m e  d e  K e s s l e r .  L a  e x p l o s i ó n   h a  e n c a d e n a d o  v a r i a s ,  c a d a   u n a  g e n e r a n d o  m u c h a   b a s u r a  e s p a c i a l ,  m i c r o m e t e o r i t o s  ,  q u e  p o r  f í s i c a  s e  a t r a e n  u n o s   a  o t r o s .  E s o  e s  l a  n u b e  q u e  v i m o s  e n  e l  c i e l o .  L a  n u b e  s e  e x t i e n d e  y  e s t á  d a ñ a n d o  t o d o  l o  q ue   p i l l a ,  s a t é l i t e s . . .   y  s e  c r e e  q u e  l o s  d e  l a  e s t a c i ó n   e s p a c i a l  e s t á n  e n   p e l i g r o .  M i e n t r a s  t a n t o  m e  h a n  a s e g u r a d o  q u e  n o  h a y  t e l e ,  y  a p e n a s  c o b e r t u r a  d e  n a d a .  C o n  s u e r t e  t e  l l e g a  e s t o .  Q u é d a t e  e n  c a s a ,  p e r o  s e   a v e c i n a   m u c h o  t r a b a j o .  V i g i l a  p o r  l a  n o c h e  p o r  s i  l o s  g u i r i s .  B e s o  x


La paranoia afectó al público, así como la órbita terrestre continuaba su remolino de destrucción. Sin tele ni internet, e ignorando la amenaza de los guiris, la gente se lanzó a las calles de nuevo. Efectivamente, para Amina, Emma y el resto de hechiceras de la noche esto supuso arduo trabajo.

No habría más noticias de la estación ni vuelo espacial en mucho tiempo.



*Aquí termina la ficción*


Este relato es una participación al reto de escritura creativa OrigiReto 2020, que consiste en la publicación de relatos mensuales durante el año 2020. Esta entrada cuenta como el relato de mayo.

Bases:
En el blog de @Stiby2
En el blog de Katty Cool @Musajue

Objetivos completados en este relato (7op obtenidos):
( 3op) Objetivo principal. Escribir un relato de entre 500 y 2020 palabras incluyendo un objetivo principal (Obligatorio): 5- Escribe un relato basado en un dato o avance científico.
(+1op) Objetivo secundario 2. Incluir un objetivo de la lista de objetivos secundarios “Criaturas del camino”: II. Brujas/Hechiceros.
(+1op) Milpalabrista. Si tu relato llega a 1000 palabras: 1985.
(+1op) Incluir un objeto oculto: Placas solares.
(+1op) Incluir otro objeto oculto: Un desastre natural.
(10op máximos en total por relato.)